Amaia Salamanca: “Debería ser más libre, pero desde que soy madre mido mucho más lo que hago” (2024)

La una de la tarde de un martes laborable es plena hora punta del vermú en La Moraleja, una de las urbanizaciones más ricas de Madrid. Amaia Salamanca ha citado en un bar de la plaza. Mientras espero fuera, llega un tipo al volante de un Porsche Panamera, lo tira en zona restringida, y se suma a la tertulia de una mesa de la terraza sin quitarle ojo al carro. Al poco, ajena a la escenita, llega a pie desde el parking la entrevistada, ligeramente maquillada con ese efecto cara lavada que solo favorece a las más guapas, jersey de punto sobre camisa abrochada hasta el cuello y gafitas de varilla de miope. Acabo de ver en Instagram el vídeo en el que ella, junto a otras actrices de primera línea, se cortan un mechón de pelo mirando a cámara en apoyo a las mujeres iraníes. Vamos al grano.

Pregunta. Enséñeme el trasquilón.

Respuesta. Mira [lo muestra], lo cogí de atrás para que no se notara tanto. No tuve dudas. Sabía que se nos criticaría. Es un gesto, obviamente no vamos a arreglar nada, ojalá. Pero es en apoyo a mujeres y niñas que están sufriendo. Otras críticas me pueden afectar más; esta, en absoluto.

En La piel del tambor hace de marquesa sevillana y habla en inglés con un cura del Vaticano. ¿Qué es lo que más raro se le hizo?

Ha sido un reto porque mi inglés, que aprendí a los 15 en un año que pasé en Estados Unidos, no es perfecto. Pero he tenido a una coach, Laura García Lorca, que me ha ayudado muchísimo, y mis compañeros actores me han cuidado mucho. Lo más raro ha sido discutir en inglés con mi exmarido español [interpretado por Rodolfo Sancho] en la película. En español hubiera sido todo muchísimo más vehemente. Rollo “sal por la puta puerta”.

¿Le ayudó su conocimiento de la alta sociedad local [su pareja es el empresario sevillano Rosauro Varo] para interpretar a Macarena?

Bueno, tengo a muchos amigos y familia en Sevilla, y mucho cariño a esa ciudad. Entiendo su tradición y su forma de ser, aunque soy madrileña. Ahora disfruto de la Semana Santa, pero me costó mucho ir porque no sentía ese arraigo ni soy religiosa. Sin embargo, la primera vez que vi un palio desde un balcón me impacto tantísimo que me eché a llorar. Ahora me encanta.

¿Y la Feria?

Eso ya es otra cosa. Tampoco soy sevillana militante. Me podría pasar 10 días en un festival de música, pero la Feria es demasiado.

La conocí en 2009, interpretando a la reina Letizia. Tenía 24 años, tres tatuajes y era la primera vez que llevaba un traje sastre. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Ahora tengo más tatuajes. Me quité el del empeine, que era el típico que te haces con 18 años y se me veía demasiado cuando tenía un evento. Ahora he aprendido que, siendo actriz, tienen que ser más discretos, o te condicionan. Y lo del traje, fíjate, ahora los uso mucho. Me parecen más prácticos y elegantes que los vestidos.

También ha tenido tres hijos.

He madurado. Las cosas que han pasado entre medias te moldean. Afortunadamente, no he tenido pérdidas graves en mi vida. Y, sí, el ser madre te cambia la visión y la perspectiva de futuro.

¿Cómo la ha cambiado?

Ahora siempre pienso en su futuro y en cómo les repercutirán mis acciones. A lo mejor antes era más pizpireta y me importaba menos el qué dirán. Ahora creo que me estoy midiendo mucho más para intentar protegerlos.

¿Evita papeles por ellos?

No, al final cada papel es como es, pero miro mucho más si, por ejemplo, los desnudos están justificados. Me costaría. Y ya sé que, como actriz, igual es tirar piedras contra mi tejado. No debería ser así, debería ser mucho más libre, pero lo mido todo mucho más. Pienso en que ellos, o sus amigos del colegio, lo van a ver, y me impone. Por eso tampoco me exhibo ni los exhibo en redes, para que no haya nada que me puedan reprochar de mayores.

Es muy honesta contándolo.

Es lo que siento. Nunca pensé que iba a ser así. Pensé que iba a ser más liberal. Pero tengo cierto miedo, siento que el futuro va tan rápido en comparación a cuando yo era pequeña, que me asusta, y quiero blindarlos y protegerlos.

Lleva desde los 20 en escena, ¿se considera una senior?

Decir eso con 36 años me parecería feo. Pero sí, sí, por supuesto que siento que desde que he sido madre los papeles que me ofrecen son otros. Yo, con 30 años ya tenía tres hijos, y no conozco a muchas mujeres, y mucho menos actrices, que lo sean. Bueno, yo tomé esa decisión. Aposté por la familia más que por mi profesión. Era importante para mí tener familia y luego seguir desarrollando mi profesión. Luego vas viendo cómo muchas amigas actrices lo dicen, tienen miedo a quedarse embarazadas y que cambien el concepto que tienen de ellas, o estar una temporada sin trabajar y que luego no se acuerden. Todos esos miedos son superlógicos. Yo eso ya lo tuve porque ya lo pasé. Y ahora, como consecuencia, muchos directores me ven en esa edad madura.

¿Y no le parece injusto?

Sí, totalmente, porque es que me ofrecen papeles de madre de adolescentes, y tengo 36 años. Me ven con 10 años más de los que tengo, pero no con 10 menos, cuando los hombres tienen un arco mucho mayor. A nosotras no nos ven como ellos piensan que son las mujeres algo más jóvenes. No nos dejan.

Y, personalmente, ¿en qué momento se encuentra?

[Largo silencio] Pues es que no sabría decirte. Cada día me siento de forma distinta. Hay días en que me digo: “Acabo de hacer una película internacional, tengo mucha suerte”. Y otros que me siento estancada y me pregunto: “¿Qué quieres hacer? ¿Quieres dar un paso más? ¿Por dónde quieres tirar?”.

¿Y qué quiere hacer?

Pues es que no lo sé. Es la primera pregunta que me tengo que hacer, y contestármela, porque cada día es una cosa distinta.

¿Ser actriz no es su pasión, la vocación que la consume?

No me veo fuera del oficio, pero mi futuro en él es algo que todavía estoy intentando descubrir. Estoy en un punto de muchas dudas. Forma parte de las etapas de tu vida, supongo. Para mí, lo fácil hubiera sido venir aquí con algo, con un proyecto, e intentar vendértelo. Pero es que no, es que también yo creo que la gente tiene dudas. Muchas veces no sabes qué hacer. Yo tampoco. Estoy muy feliz con lo que me está sucediendo, pero tengo, no sé, como una revoltura y, ahora mismo, no sé muy bien qué hacer con ella.

Primera vez que alguien en promoción me confiesa algo así.

Igual tengo que ir a terapia [ríe], pero así me siento.

¿Habla de ello con las actrices Belén Cuesta, Blanca Suárez, y Macarena García, sus hermanas en ‘A pesar de todo’?

Sí. Somos como hermanas de verdad. Cada una con sus dudas. Soy la única que soy madre y, no es que me sienta un bicho raro, pero sí siento que, aunque seamos de la misma generación y a lo mejor es una percepción que solo tengo yo, eso me coloca en otro punto. Insisto, igual soy yo, porque, claro, eso solo lo sabe la gente de aquí. Ahora mismo acabo de hacer esta película internacional y la gente de fuera no tiene por qué tener ni idea de quién soy yo y de cuál es mi vida.

¿Cree que, en España, se tiene un estereotipo sobre usted por ser pareja de quien es?

Supongo que sí. Todos tenemos imágenes preconcebidas de la gente que vemos en prensa y no conocemos. Yo también tengo prejuicios. Podría desmentirlos, pero es que me cuesta mucho salir de eso, mostrar quién soy. Por eso me gusta tanto mi profesión, porque puedo hacer varios papeles, roles, y salir del mío. Y por eso lo que peor llevo es la promoción, vender el proyecto, vender mi personaje o darle mucha importancia a lo que yo he hecho, como si fuera algo desorbitado. Esa es la parte que más me cuesta, y a lo mejor debería hacerlo de otra manera para cambiar mi imagen, pero no es fácil.

Pues acabemos esta tortura. Aunque ahora le queda la maratón de entrevistas de promo.

Pero esas preguntas se centran más en el personaje y no en la persona. Esa que es tan distinta a hace 12 años.

Si no, estaríamos muertas.

Sí, la alternativa es peor.

AMAIA EN SU PARAÍSO

Amaia Salamanca (Madrid, 36 años), la jovencísima Cata de la mítica serie Sin tetas no hay paraíso, es hoy una actriz experta y una madre feliz de tres hijos con su pareja, el empresario Rosauro Varo. Ahora interpreta, en inglés, a una aristócrata sevillana en La piel del tambor, la adaptación de la novela de Arturo Pérez Reverte, donde comparte protagonismo con Richard Armitage y Fionnula Flanagan. Amaia, que no ha querido doblarse a sí misma al español, porque le "chirriaba", confiesa que, sobre todo, estaba preocupada por la opinión del escritor sobre su interpretación de su personaje, Macarena Bruner. Pérez Reverte ha dado su bendición a la película en su cuenta de Twitter y acudió al estreno el jueves en Sevilla. El respetable tiene ahora la palabra.

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